ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE FLORIDA

Fundada 24 de Noviembre de 1878

Española Primera Etapa

Española Primera Etapa

ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE FLORIDA

(Dr. Nelson Sica Dell’Isola -  Diario El Heraldo. 3 y 7 de junio, 1995)

El Acta Nº 1 de la Sociedad Española de Florida es de fecha 24 de noviembre de 1878, día en que se reunieron en el domicilio de don Carlos Lázro 21 vecinos de esta ciudad con la finalidad de fundar una Asociación de Socorros Mutuos, designándose ya una Comisión Provisoria que quedó integrada por los Sres. José Tubino, Pablo Beñaran, José Cortejarena, Francisco Sagaseta, Juan A. Grela, Hipólito Rodríguez y Antonio Pardo, además del dueño de casa. Y en reunión del día siguiente de esta autoridad provisoria se designó presidente de la misma a don José Tubino y secretario a don Juan A. Grela.

 

Facsímil de la primera acta 

 

Don José Tubino era médico-farmacéutico, cuya foto ilustra esta nota, cuyo original se encuentra en el museo local, y es el abuelo de don Armando Tubino y, por tanto, bisabuelo de “Neneta”, “Turquesa” y el “Tornillo”.

Y el primer tema que debió resolverse fue determinar si la siociedad sería cosmopolita, esto es de personas que quisieran integrarla cualquiera fuere su nacionalidad, o sólo de españoles e hijos de españoles, como en definitiva se resolvió por mayoría el 8 de diciembre de 1878, oportunidad en que se le dio el nombre de ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE SOCORROS MUTUOS, nombrándose una comisión para proyectar el reglamento y estableciéndose que se consideraba constituida la sociedad desde ese momento, por lo que en prueba de conformidad, con esa idea, firmaron todos los presentes.

Esta fecha, entonces, es la de constitución de la sociedad, que, por lo tanto, ha cumplido ya 117 años de vida y que cumplirá uno más el próximo Día de Todos los Santos.

Por supuesto que las actas de la época todavía designan a nuestra ciudad, donde se reunían, con el nombre de San Fernando de la Florida. Aunque muy poco después, ya a partir del 1 de marzo siguiente, se comenzó a usar “Villa de la Florida”, aunque algunas actas bastante posteriores todavía aluden a la designación originaria.

Poco tiempo después, el día de Navidad de ese año, renunció a su cargo don José Tubino, no constando las razones, siendo sustituido como presidente por don Francisco Sagaseta. Y el día siguiente comenzó ya a reunirse la Comisión de Reglamento, presidida por don Alejandro Jaumandreu, actuando en secretaría don José Cortejarena.

Las reuniones se sucedían con mucha frecuencia, por lo que ya al día siguiente comenzó a trabajar la Comisión de Reglamento, y el 6 de enero siguiente se sometió a consideración de la Asamblea que se reunió en esa fecha el proyecto de reglamento, esto es el Estatuto Social, informando que se había tomado como modelo el de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Montevideo, adoptándolo con pequeñas variantes pues se suprimieron algunas cosas consideradas innecesarias y se agregaron otras que se estimó faltaban, resultando un Estatuto que “en esencia es el de la asociación de igual clase de Montevideo”, como dice el acta.

La Sociedad Española de Montevideo, que se tomó como modelo, fue fundada en el año 1853 y con ella nació el mutualismo en nuestro país y en todo el continente americano, por ser la primera de su género. Eran sociedades de “socorros mutuos” inspiradas tan sólo en la idea de ayuda “mutua” en casos de desgracias o infortunios, no sólo la enfermedad, sino también, por ejemplo, la muerte, la desocupación o alguna situación semejante. Las comunidades de inmigrantes que llegaban a nuestro país, previniendo diversos riesgos, utilizaban el sistema de juntar recursos económicos con una contribución mensual de cada uno, formando así un capital común que sería utilizado por los afiliados que lo necesitaren en sistema de “mutuo”, esto es de préstamo, que es lo que legalmente significa “mutuo”. Y también usaban el sistema de “seguros mutuos”, estableciendo un sistema de administración propia de tipo colectivo o común, sin ninguna finalidad de lucro, con una base filantrópica y de solidaridad social, estrictamente privadas, sin intervención alguna y ni siquiera fiscalización del poder público. Tuvieron su origen en las sociedades europeas del siglo pasado, que tomaron gran auge luego de la primera guerra mundial, siendo enteramente voluntario el ingreso a las mismas.

En la misma oportunidad se aprobó asimismo el “Tratado de Reciprocidad” con las demás asociaciones hermanas.

Aprobado el proyecto sin modificaciones por la Asamblea, el 12 de enero siguiente se llevaron a cabo las primeras elecciones, nombrándose así la “Comisión de Observancia”, que se reunió por primera vez dos días después, distribuyendo los cargos en la siguiente forma: presidente don Pablo Beñarán, vicepresidente don Francisco Jaumandreu, secretario don José Cortejarena, tesorero don Alejandro Jaumandreu, director don Juan A. Grela, en la Junta de Panteones don Ildefonso Casanova, y en la Comisión de Cuentas don Carlos Lázaro y don Antonio Pardo; designándose ya en el mismo día como médico de la asociación al Dr. Francisco Sagaseta, a quien se le pagaría cincuenta centésimos por cada visita que hiciera a los socios enfermos, y como farmacéutico a don Francisco Pérez.

El 1 de marzo siguiente, en el Acta Nº 9, ya se da cuenta de la resolución de múltiples asuntos, entre los que encontramos la recepción de varias notas de instituciones hermanas de Montevideo, Pando, y aun de Barracas (República Argentina). Se rechazó el ingreso de un aspirante a socio por su “habitual estado de embriaguez”; se aceptó otro socio porque aun existiendo dudas sobre su estado de salud “parece bueno”; se solicitó un solar en el Cementerio a la Junta Económica Administrativa, en forma gratuita; pasar nota a las autoridades españolas pidiendo el reconocimiento oficial de la asociación; dar calidad de socios “fundadores” a los que ingresaran en ese mes de marzo; reunirse los días 5 de cada mes, y otros asuntos de rutina.

La primer Asamblea General de Socios se celebró el 14 de setiembre de 1879 en la Sede de la Sociedad de Fomento de la Ciudad Floridense, sociedad que por esa época era presidida por el Sr. Sagaseta, que también integraba la Comisión de Observancia. Y luego de palabras inaugurales del presidente se aprobó, sin discusión y por unanimidad, el estado de cuentas y la memoria.

Por esa época el secretario ganaba $11,00 mensuales y el “andador”, que, como su nombre lo dice, era quien recorría la ciudad ocupándose de cobrar las cuotas, llevar avisos, y otras diligencias en la calle, ganaba $6,00 mensuales.

Existía entonces un contacto permanente con asociaciones similares nacionales y extranjeras, de las que se daba cuenta en cada sesión de la comisión, documentando las actas la numerosa correspondencia intercambiada.

El 10 de octubre de 1879 se resuelve confeccionar un croquis para enrejar el terreno del panteón que, por lo visto, ya había sido concedido por la Junta Económica.

Y en noviembre de ese año se acordó hacer una colecta para contribuir a paliar las desgracias ocurridas en varias provincias españolas por el desborde de ríos, designándose dos comisiones para recorrer la población; una desde la calle Montevideo al norte y otra hacia el sur de la misma.

Y en el plano de servicios médicos, ya en el año 1880, se llamó a licitación “para el suministro de sanguijuelas y servicio de ventosas y sangrados”, las primeras que se colocaban en el cuello del enfermo para chuparle la sangre y en esta forma bajar su presión, y las ventosas que eran como unos vasos –que vimos los que tenemos algunos años- en los que se provocaba el vacío con fuego y luego se colocaban en la espalda del afectado, una docena o más, que quedaban allí prendidas estirando la piel del enfermo, material que no faltaba, por cierto, en ningún hogar de la época.

El 2 de enero de 1881 se aceptó la renuncia del presidente don Pablo Beñarán, quedando como presidente interino don Juan A. Grela. Hasta que el 6 de enero de 1881, luego del acto eleccionario, se escogió como nuevo presidente a don Manuel Castellá.

El 7 de marzo de 1881 se resolvió la primera colocación de los fondos o ahorros comunes, aceptándose la oferta mejor que pagaba 9% de interés anual.

En este año, y entre otras cosas, se resolvió constituir un Tribunal de Conciliación para entender en disputas entre socios, rechazar por mayoría la propuesta de admitir personas de otras nacionalidades, rechazar a las mujeres como socias por unanimidad, elevar a la Asamblea General un proyecto que permitía ayudar a algún español pobre que no había podido ingresar en caso de alguna calamidad, y organizar un paseo campestre, esto es la primera Romería. Para esto último debía estudiarse la situación de las finanzas para determinar si era o no posible hacerlo, y realizar una suscripción o colecta entre los socios, además de los $100, oo que pondría la sociedad para la mesa en la cual se obsequiaría a las corporaciones invitadas. La suscripción entre los socios era para la música, juegos y ornamentos, debiendo llevar ellos lo que creyeran conveniente a la romería.

Para esto último recién el 6 de agosto de 1882 se nombró la Comisión de Fiestas, con el cometido de llevarla a cabo. Y así se comenzaron a hacer anualmente, no sin discusiones en alguna oportunidad, pues en el año siguiente, 1883, en votación nominal, por una ajustada mayoría (18 votos contra 16), se resolvió volver a organizarla. La fiesta del año 1882 dejó un remanente de $10.00 con el que se compró un escudo para colocar en secretaría. En el año siguiente, en cambio, hubo una pérdida de $11,00, pero en compensación quedaron para la sociedad 17 banderas, 100 gallardetes y género de mantel para una mesa de 250 cubiertos.

Estas fiestas campestres, o romerías, se hacían en un principio en la “Quinta del Molino de Viento”, propiedad por entonces de don Antonio Díaz, quien la cedía para esa finalidad “con gusto y desinterés”, como dicen las actas, por lo que esta persona fue designada socio honorario.

En el año 1882, en sesión extraordinaria, se trató una solicitud de la Logia Masónica de la Villa para colaborar monetariamente al “rescate de un esclavo”. Como eso no estaba previsto en los reglamentos, se resolvió “colaboración para la redención de uno de nuestros compatriotas”, aportando para ello $ 15.00. Determinándose asimismo que si la asamblea no aprobaba esa resolución, los integrantes de la comisión que lo había resuelto pagarían de su propio peculio ese gasto, reintegrando el importe a la asociación.

En el año siguiente se reunían, de preferencia, en la Sede de la Escuela de Amigos de la Educación Popular, pero se comenzó a estudiar la posibilidad de comprar una casa, ofreciéndose $ 1.100, oo por una, pagaderos $ 400, oo al contado y luego en cuotas mensuales de $ 100, oo, pero el vendedor exigía $ 1.200, oo al contado, por lo que se fue dilatando la operación.

En setiembre llegó una invitación de la Sociedad Italiana –que se aceptó- para asistir al banquete con que se celebraría, el 20 de ese mes, el aniversario de la “Toma de Roma”, es decir la entrada de Garibaldi por la Puerta Pía, consagrando así la unidad de Italia.

También hubo, en este año, una invitación para una misa de réquiem por las “Víctimas de Quinteros”, pero se resolvió no concurrir “en corporación” porque al parecer tenía carácter político, según consignan las actas.

Y también en este año se clausuró el Cementerio Viejo –que por entonces estaba ubicado en las proximidades del monumento que hoy hay a Michelini y Gutiérrez Ruiz-, haciéndose uno nuevo en el actual emplazamiento, resolviéndose entonces adquirir un solar en el nuevo cementerio, pagando por el mismo su precio y rechazándose una propuesta de solicitarlo gratuitamente porque el estado económico de la sociedad no necesitaba esa donación. Adquirido el terreno, de inmediato se abocó a la construcción del panteón.

Por esa época, el dinero colocado a interés llegaba ya a $1.500, oo.

No obstante ello, se resolvió por entonces posponer la compra de la casa porque, según informe de una comisión especial, demandaría muchos gastos ponerla en condiciones.

Entre otras cosas, en este año se organizó una colecta para ayudar a las víctimas de una catástrofe en Gerona (España), reconocer al “Círculo Napolitano” recientemente formado en la Villa, y establecer una multa para los directivos que no concurrían a la sesión, o los socios que faltaban a las asambleas, de $ 0,50 por cada falta, salvo causa justificada de ausencia.

Y se continuaba, por cierto, con las ayudas a quienes lo necesitaban, disponiéndose una subvención de $ 5.00 mensuales a un enfermo y proporcionando 1 Kg. de carne por día a una viuda durante cuatro meses, luego ampliado por un mes más.

También se hizo un llamado para presentar proyectos para el panteón social, estableciéndose que se pagarían $ 10.oo al ganador. Pero, no presentándose nadie al llamado, se aceptó más adelante uno del Sr. Cattalorda, consultándose a Montevideo y pagándosele $ 15,00 por el proyecto. Y también se mandó hacer una bandera española para izar en las fiestas, y a media asta y con crespón negro al fallecer un socio.

Por la misma época se establecieron contactos con la Sociedad Francesa.

En el año siguiente, 1885, se reunieron directivos de la sociedad con sus similares de la Sociedad Italiana, del Círculo Napolitano, de la Sociedad Francesa y de la Sociedad Cosmopolita, estableciendo una vinculación amistosa, decidiendo concurrir todos a los sepelios de los socios de cualquiera de las sociedades aquí formadas, y estableciendo un Tribunal Superior de Paz formando por las distintas comisiones para arreglar los asuntos que se suscitaren entre los socios de una sociedad o de sociedades distintas.

También se acordó impulsar una suscripción y un concierto literario-musical para ayudar a víctimas del terremoto en Andalucía, recaudándose una cantidad líquida de $402,76.

Se entregaron $ 50, oo a un socio para ayudarlo a concurrir a España para buscar recuperarse de una enfermedad.

Se llamó públicamente a propuestas para construir el panteón social, y rechazadas las dos presentadas se hizo un segundo llamado, aceptándose finalmente la de don Hipólito Rodríguez por $ 1.626, oo, nombrándose una comisión para inspeccionar la marcha de los trabajos.

En este año se discutió mucho la realización de la romería porque había una epidemia muy grande de cólera en España y no parecía oportuno, según criterio de algunos, estar aquí de festejos mientras allá morían por montones.

El asunto llegó incluso a la asamblea, donde se votó en forma nominal, debiendo pararse quienes querían hacer igualmente la fiesta. Y fueron 24 votos de pie para hacerlo y 17 en contra que quedaron sentados, lo que provocó la renuncia de la comisión de fiestas desconforme con esta resolución.

La fiesta debía realizarse el 1 de octubre, pero otra vez hubo un nuevo pedido, de suspensión porque el Imperio Germánico había tomado las Islas Carolinas y la guerra aparecía como inevitable en la madre patria, y al final se fijó la fiesta para el 6 de diciembre. Y poco después se resolvió colaborar en la financiación de un buque español defensivo, llamado “Patria”.

En el mes de octubre concluyó el trabajo del panteón, al prorrogarse el plazo que tenía el constructor, que había vencido el 1 de setiembre.

También en este año se resolvió ayudar a una familia oriental con un real (diez centésimos) diario durante dos meses, porque “la caridad no conoce fronteras” y porque esa familia es de “la segunda patria nuestra”, porque ellos “nos socorrían siempre que solicitábamos la caridad para uno de nuestros compatriotas”, como se dice en las actas.

En el año siguiente la sociedad Cosmopolita solicitó ayuda para socorrer a heridos, viudas y huérfanos de la guerra civil, y aún considerando inoportuno el pedido, pues se había hecho público que el hospital no precisaba más donativos, igualmente se colaboró con $ 15, oo.

Por estos años las romerías eran en el Prado de la Piedra Alta, donde se levantaban una cantidad de carpas y la Comisión de Fiestas recibía a los invitados especiales en la “carpa oficial”, ocasiones en que siempre se fletaba un tren expreso desde Montevideo. Se distribuían los lugares que debían ocuparse en las “columnas” del desfile; se determinaba el lugar y espacio que debían ocupar las carpas comerciales (vendedores de frutas o de masas); se tiraban cohetes y bombas, globos y antorchas; se ofrecían refrescos en la carpa oficial; se confeccionaban e imprimían programas; se contrataban gaiteros que venían desde la capital y bandas de música de la localidad; se prendían fuegos artificiales y al terminar los festejos se acompañaba a los invitados hasta sus respectivas sedes, costumbre que luego se suprimió y se determinó que serían despedidos todos en Secretaria; se le cantaban tablados para los músicos; se ambientaba la calle central del Prado y se pronunciaban discursos al recibir a los invitados en la carpa oficial. Las fiestas se hacían en los primeros días de enero y duraban dos días, y en muy pocas oportunidades se suspendían, como sucedió a fines de 1903 y principios del año siguiente, porque a pesar de que estaba ya todo organizado habían “rumores circulantes de alteración del orden público”, como se consignó en el acta del 31 de diciembre de 1903.

La tradición de las “romerías” la trajeron de su tierra los inmigrantes; se celebraban anualmente, exigiendo grandes preparativos y siempre con un aspecto religioso importante, y en los últimos años en que se llevaron a cabo en nuestro medio se cometió la organización en muchas oportunidades a otras instituciones como el Club Florida o el Centro Democrático. Y hoy esas romerías subsisten en los festejos de San Cono, en nuestro medio, y los de la Virgen del Verdún los 19 de abril en Minas, cuyos concurrentes son en su gran mayoría españoles, de preferencia gallegos, que se empeñan en seguir manteniendo una tradición que en algo se va perdiendo, porque las nuevas generaciones ya no prefieren tanto la gaita o la jota, sino la música y los instrumentos modernos. Dándose en nuestro caso la circunstancia de que, siendo de procedencia italiana la imagen de San Cono, no son los italianos sino más bien los españoles quienes concurren regularmente, año a año, a rendirle tributo, pero simultáneamente también en un festejo popular que los espera y que ellos contribuyen en gran parte a formar, porque sin ellos la fiesta perdería una parte de su significado.

Estos son entonces los primeros pasos de la Sociedad que venimos recordando, que tuvo sus primeros presidentes en los Sres. José Tubino (italiano con solo un mes de mandato), Francisco Sagaceta (un año), Pablo Beñarán (dos años), Juan Antonio Grela (interino, 4 días), Manuel Castellá (dos años), Juan Antonio Grela (un año), Dr. Alejandro Jaumandreu (3 años y medio), Jaime Buquet (medio año), Eusebio Lorenzo (un año), Manuel Castellá (dos años), Daniel Fosalba (un año) y nuevamente Eusebio Lorenzo (esta vez por cinco años). Son diez presidentes en los primeros veinte años, de los cuales 6 años correspondieron a don Eusebio Lorenzo y 4 a don Manuel Castellá.

Don Eusebio Lorenzo, cuya foto acompaña esta nota, nació en Camposancos, provincia de Pontevedra, y vino a Florida en el año 1874, siendo corredor y rematador público y agente de todos los diarios de Montevideo.

Asociación Española de Florida.

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